Durante la noche había llovido y caminamos desde el hotel hasta el centro de la ciudad por unas calles llenas de charcos, lo cual multiplicaba la sensación de sucio de la ciudad.
Recorrimos lo que parecía ser la calle principal de la ciudad, llena de tiendas, tanto orientales como occidentales. Y, a decir verdad, era precisamente la existencia de esas tiendas lo que nos hacía entender que esa calle sucia y bacheada era la calle principal.
Siguiendo la guía del Jorge, caminamos por un mercado unos 10km, había tiendas de todo a los dos lados de la carretera, tal como si fuera un gran mercado de abastos en el todos te querían vender hasta a su padre.
Al poco de empezar hicimos una parada en una pastelería de dulces típicos del Rajastán. Pupas y yo probamos un batido con sabor que no sabría describir pero Luis se atrevió con una especie de helado de pistacho con una salsa rara y fideos mezclados por el medio. Parece que nuestros estómagos están teniendo que transformarse, a marchas forzadas, en estómagos a prueba de bombas.
Durante ese camino hicimos alguna parada en alguno de los monumentos más importantes de la ciudad.
El palacio de los vientos es considerado el edificio más célebre del Rajastán. Hasta allí nos llevó un amigo que nos hicimos que pasaba largas temporadas en España vendiendo textiles, nos dijo que adoraba Madrid salvo por un detalle, que era que en la calle Montera querían "jugar" con él por la mañana y él decía que no podía jugar... Con este personaje caminamos pues hasta el palacio. Nos hicimos unas fotos fuera y efectivamente resultó ser un edificio muy bonito.
Al salir escuché un grito "Angelo!". Era nuestro amigo que nos había estado esperando y quería que fuésemos a su tienda de paseo. Jorge tuvo la suficiente habilidad como para librarse de él y seguir con nuestro camino. Nuestro amigo resultó ser un pesado...
De allí fuimos al observatorio de Jaipur. Un parque en el que se recogen un montón de artilugios que los antiguos indios utilizaban para observar el cielo y controlar las latitudes y longitudes, el movimiento de los planetas, las posiciones de los signos del zodiaco y demás cuestiones cósmicas.
En la puerta nos esperaba un hombre tocando una flauta. Todo normal hasta que tiró una caja de mimbre al suelo y salió de ella una cobra que bailaba al son de la música del flautista. Nuestro primer encantador de serpientes acababa de aparecer en el camino. Reconozco que por mucho que esté en una caja con un hombre sentado delante tocando la flauta para el animal, tener a ese bicho a escasos metros impone bastante, que al fin y al cabo, como se vuelva loco tiene veneno suficiente como para mandarnos a todos de un bocado al otro barrio...
Pasamos también por el minarete, que es el punto más alto de la ciudad pero la sensación de subir todas esas escaleras después de todo lo que habíamos caminado hizo que nos tomásemos una foto desde abajo y seguimos con el camino.
A mí me entró de repente a las 3 de la tarde un ataque de hambre y comentan que me volví irascible, por lo que poco a poco nos fuimos encaminando hacia un restaurante para comer.
Pasamos por el Raj Mandir, que dicen que es el mejor sitio para ver una película india en hindi en India. Nos pareció una idea fantástica y decidimos que al día siguiente iríamos sin falta, así que al llegar al hotel esa noche sacamos las entradas por internet, no sabíamos que probablemente nunca lo llegaríamos a conocer por dentro.
Después de comer, cogimos un tuktuk con destino al templo de Galta, custodiado por 5000 monos agresivos y hambrientos. Pero una gran lluvia de Monzón y otra serie de circunstancias que no deben ser reveladas hicieron que cambiásemos de rumbo.
Nos llamó la atención de camino al hotel encontrar una cara diferente de la India, un gran centro comercial y un hospital de última generación.
Eso sí, pasados esos dos edificios volvimos a la realidad india de calles bacheadas y abarrotadas de coches hasta arriba.
La tarde transcurrió sin mayores novedades, la lluvia monzónica se hizo más fuerte y nos fuimos a un centro comercial cercano a nuestro hotel. Allí no había nadie y no había casi tiendas. Resolvimos que lo mejor que podíamos hacer era tomarnos un batido de chocolate tranquilamente y disfrutar de la tarde a cubierto. Así, en un centro comercial y con videoclips de música india fue como descubrimos en el batido un sabor especial que, así como nos costo reconocer un poco al principio, aquello tenía un regustillo claramente a Cristasol. Estaba bueno aún con todo.
La sorpresa nos la llevamos, demostrada por nuestros efusivos gritos de alegría, especialmente de Luis y Pupas, cuando vimos aparecer en la pantalla de la televisión del bar un videoclip de una canción de nuestra película! Tiene pinta de ser un pasteleo criminal pero bueno, aún así sigue siendo nuestra película de Bollywood favorita.
La tarde y el día terminaron en la terraza del hotel, cubierta, cenando y viendo un espectáculo de marionetas dirigido por un nuevo amigo que había trabajado unos meses en Barcelona y en un bastante aceptable español afirmaba que España se dividía en Cataluña, Galicia, País Vasco y resto. Aunque claro que entiendo que Galicia merezca un puesto especial en el corazón de todo el mundo por sus paisajes, su comida, su cultura y sus agradables gentes, nuestros intentos por explicarle que en España hay muchas más cosas que eso fueron casi en vano.
Quien más disfrutó del espectáculo y nos hizo reír fue una amiga alemana que viajaba con su marido e hijos. Compró una marioneta y se unió al show con unas dotes medianamente cuestionables, compartiendo bromas con nosotros constantemente ya que éramos, junto con ellos, los únicos turistas occidentales en el restaurante.
Nos acostamos poniéndole huevos a Santa Clara para que no lloviese al día siguiente. Había que descansar, quedaba mucho por hacer en Jaipur todavía como para que unos vientos y lluvias del Monzón nos dejaran sin conocerlo.
Seguiremos informando.
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