domingo, 4 de agosto de 2013

Udaipur

Ayer puse en la entrada correspondiente a Delhi que no saludaba a los indios porque todavía no tenía confianza. Hoy Jorge me pide que empiece el blog diciendo que ya eso ha cambiado, que ya confiamos en ellos y los saludamos y que nuestra mala concepción inicial de la gente de la India ha cambiado. La verdad es que hoy hemos llegado a Udaipur y hemos visto cosas que nos han empezado a mostrar la verdadera cara de este país. 

Empezamos con el relato para el que hoy, dado que ha sido un día cargado de cosas, cuento con la ayuda de Pupas, Luis y quizá sujeto 0 para escribirlo, mientras descansamos ahora mismo tomando una cerveza en la terraza de nuestro hotel con vistas al City Palace de Udaipur.


Lo primero que debemos destacar de hoy ocurre todavía en Delhi, cuando Jorge decidió desaparecer en el preciso momento de pasar el control de seguridad para pasar al avión. Todo ocurrió muy rápido. Resulta que pasando el control de tarjetas de embarque que te da paso al autobús que te lleva hasta el avión, Jorge decidió perder una tarjeta que confirma que has pasado el control inicial de seguridad. Luis, sujeto 0 y yo no nos percatamos de su falta hasta que entramos en el bus ya que creíamos que caminaba detrás de nosotros. Fue entonces cuando justo en el momento en el que las puertas se cerraban, sujeto 0 consiguió colarse entre ellas para ir a rescatarlo. Luis y yo esperamos angustiados a pie de avión al segundo bus en el que gracias a todos los dioses aparecieron Pupas y sujeto 0.

No me voy a entretener en contar nada del vuelo, despegamos, volamos y aterrizamos. Un vuelo común en un avión pequeñito. Por fin llegamos a Udaipur.

En Udaipur, como somos expertos en regatear, quisimos regatear con el único taxi que había en todo el aeropuerto, nos fuimos y nos dejaron ir. Cuando estábamos fuera nos dimos cuenta de nuestro error y un militar escopeta en mano indicó a Luis que no podía entrar y que se bajará los pantalones a través de una ranurilla en la pared para sacar nuestro billete de taxi. Con este taxista lo hicimos bien, no nos íbamos a dejar timar otra vez. Nuestra conversación fue la siguiente:
- cuantos días os quedáis?
- nos vamos esta noche.
- que estudiáis?
- cuarto de química. Mmm huele a zinc.
- cuando os vais?
- Luis: dentro de dos días.

Y así es como Luis nos desbarató el plan de no permitir que el taxista nos llevara a un hotel de sus amigos. Pero aún así, la jugada nos salió bien.

Llegamos al hotel de clase "media" según internet. Con su encanto, que mucho, pero con sus cosas...

De Udaipur, queremos destacar la armonía existente entre humano y vaca. Éstas están por todos lados, tumbadas en plena carretera, entrando en las casas... Baste decir que ya pueden estar cruzando 15 indios y 4 españoles que los coches no se van a parar, ahora bien, que un ternerito joven decida darse un paseo por la calzada y entonces los coches arman la de san Quintín.

Fuimos a comer a un sitio bastante chulaco. Nos la jugamos. Comimos curry y té indio. Nos salió bien.

Volvíamos al hotel a prepararnos para la ruta a caballo que teníamos contratada cuando ya en la puerta nos abordó un hombre para que nos metiéramos en su jeep, era el responsable de la ruta que nos llevo directamente a su casa donde esperaban los caballos.

La ruta era por el rural por lo que llegar hasta allí en coche fue algo especialmente movido, incluso para la conducción india. Después de las cervezas de la comida, el trayecto hizo que nuestras vejigas tuvieran más oleaje por un rato que las playas de Tarifa y la naturaleza estaba por llamar con fuerza.

Llegamos a la casa del organizador, que dicho sea de paso, era la segunda más grande a varios km a la redonda, y allí concentrados para esperar al hombre blanco estaba el pueblo al completo. Ni tiempo tuvieron de decirnos "namaste" porque justo en el momento de frenar el coche, la naturaleza llamo por fin a la puerta. Pupas, sujeto 0 y yo no lo pensamos dos veces y nos escondimos tras la casa, Luis se vio sólo ante el jefe de la tribu que mediante gestos pedía que se el explicara que estaba pasando, él con otro gesto respondió que pis y que el se unía también a la labor. Pero como bien dice Jorge, no íbamos a montarnos tres horas en unos caballos con esas ganas de mear...
Volver a enfrentarse a esa gente fue un trago de pequeña vergüenza, pero les dimos la mano a todos muy cordialmente y nos subimos a nuestros caballos. Lo que ocurrió a partir de entonces se merece una entrada para sí, aunque dejaremos como adelanto una foto.


Seguiremos informando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario