El caso es que nada más poner el pie en Varanasi un número indeterminado entre 10 y 20 conductores de tuktuk nos rodearon para llevarnos al hotel. Manteniendo la calma, barajamos las diferentes opciones y elegimos la más barata sin ningún tipo de mecanismo de prepago. Lo hicimos muy bien.
Dejamos nuestras cosas en el hotel y el recepcionista nos envió a comer a un sitio cercano que resultó ser el sitio indio más indio de todos los indios de la India según palabras de Jorge. Amablemente rechazamos los vasos metálicos llenos de agua del Ganges que nos ofrecieron y pedimos, si no era molestia, una botella de agua mineral. Lo que a continuación pedimos para comer es y seguirá siendo un misterio. Podría describirse nuestra comida como una especie de crepe relleno de verduras de la región salteadas y un plato de arroz al limón que resultó ser una paella india.
Bien comidos regresamos al hotel donde ya nos estaba esperando un hombre con su coche Tata en la puerta para llevarnos a dar una vuelta por la ciudad.
Lo primero que vimos fue la zona de la universidad de Varanasi. Realmente es un campus grande y verde, lleno de campos de cricket y edificios aceptablemente nuevos que resulta un remanso de paz bastante curioso en el corazón de la ciudad. Es en este campus donde se levanta, según nuestro guía, el único templo de la ciudad que permite la entrada de turistas.
Descalzos observamos todos los rituales que se estaban produciendo en el templo, dedicado al dios Shiva. Este dios aparece en distintos lugares con muy diferentes representaciones.
Ante su representación de vaca nos paramos y nos dijo nuestro guía que si le pedíamos un deseo nos ayudaría, así que, ni cortos ni perezosos, los cuatro fuimos pasando a susurrar de dos en dos al oído de la estatua de la vaca. Nunca se sabe.
Os presento a Shiva.
Salimos del recinto de la universidad y nos encaminamos a ver algún templo más aunque solamente desde fuera ya que nuestra entrada ya no estaba permitida.
Nuestro chofer no quiso dejar la oportunidad de llevarnos a una tienda de seda de unos amigos musulmanes que nos recibieron con un "qué queréis?". El pensamiento debió ser algo parecido a "bueno, realmente no queremos nada, sólo que nos han dicho que entremos aquí". Después de la estampida de sujeto 0 y Pupas, solos, Luis y yo hubimos de apañarnoslas para librarnos del hombre que nos quería vender seda en alguna de sus últimas representaciones. Nos fuimos sin comprar, aunque me habría gustado poder aceptar el té que nos ofreció nuestro amigo justo al entrar en la tienda.
De allí nos fuimos y, una vez despedidos de nuestro guía, nos adentramos en la zona de las orillas del río Ganges, el río más sagrado del hinduismo que sirve, a su vez, de cuarto de baño colectivo, vertedero y cementerio nacional.
Tal y como nos había indicado nuestro guía, el río está muy crecido este año por lo que la mitad de los edificios y ghat estaban semisumergidos en el inmenso río. Por este motivo, los baños en el Ganges parecen estar más limitados que en otras ocasiones.
Caminamos por las callejuelas estrechas a orillas del río y recorriendo todos los puestos del gran mercado que existe por la zona. Hay un montón de seguridad armada también para evitar que los turistas nos colemos en algunas zonas como determinados templos especialmente relevantes.
Desde este momento nos quedamos sin fotos en parte por respeto por el espectáculo místico y dantesco que se repite todos los días en esta ciudad y en parte siguiendo el consejo de un indio que se nos unió en el minuto 0. Debido a su calidad de ciudad santa del hinduismo, muchos hinduistas vienen a Varanasi a despedir a sus familiares fallecidos en las aguas del Ganges.
Caminando por la calle nos encontramos un grupo de gente rodeando un bulto naranja rodeado por flores en el que se diferenciaba una silueta humana. La cogieron en alto y se la llevaron por las callejuelas hacia el río. Los seguimos.
Comprendo que su concepción de la muerte sea distinta que la nuestra y puedo incluso comprender que lo que nosotros hacemos resulte para ellos tan bárbaro como el ritual que vimos en el Ganges. Lo que no termino de comprender es que puedan hacer de esto algo turístico, hasta el punto de ser el mayor atractivo de la ciudad. Sea como sea, resulta interesante verlo y conocerlo ya que también es una existente realidad.
Desde un edificio pudimos ver cómo limpiaban los rostros de los fallecidos con agua del Ganges, rodeados de vacas, cómo un anciano se bañaba con gran esfuerzo en el río al lado del cadáver de su esposa que iba a ser incinerada, cómo cargaban la madera para las piras, las hogueras al lado del agua convertidas en crematorio. Mientras todo esto ocurría una gran tormenta de truenos y lluvia caía sobre la ciudad.
Nos retiramos y no sabemos bien cómo terminamos en una tienda de seda de la que sujeto 0 consiguió sacarnos sin comprar con gran habilidad.
Volvimos al hotel y cenamos. Quedamos en recepción a las 5,20 de la mañana para nuestro paseo en barco.
Seguiremos informando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario