En primer lugar quiero expresar mi repulsa por las faltas de ortografía, las cuales procuro evitar. Por eso, tras la regañina vía whatsapp recibida ayer por este tema, quiero justificarme achacando todas y cada una de las faltas al corrector del iPhone. Que dicho sea de paso, no es nada fácil escribir estos sermones con estos teclados diminutos.
Habiendo cumplido con la fe de erratas, nos vamos de Udaipur.
Por el camino hicimos una parada en el templo de Ranakpur. Se trata de un templo jainista que sorprende primeramente por su ubicación en el centro de la selva, alejado de la civilización, después lo ves y llama la atención en sí, tanto por dentro como por fuera.
Para entrar, tuvimos que cubrirnos las piernas con unos pantalones largos que nos dieron y descalzarnos como señal de respeto. No sé definir qué parecíamos exactamente, pero seguramente algo entre presidiarios y saltimbancos de feria.
Como nota curiosa de este templo, en él se conserva y se venera un árbol en el que se dice que se puede ver una representación natural del rostro del dios elefante (o profeta, disculpen el no poder concretar más). Lo cierto es que dentro del árbol efectivamente se ha formado algo que podría ser el rostro de un elefante.
Hablamos con mucha gente que se interesaba con curiosidad por nosotros y, para no retrasar mucho nuestra llegada a Jodhpur, continuamos el camino.
Coches que se cruzan, un tren que se acerca y nuestro Tata que no se mueve de la vía, toda clase de fauna, encabezada por las vacas, cruzandose por la carretera... Pero salvo estos detalles sin importancia, todo en orden.
A nuestra llegada a Jodhpur, la ciudad azul, nos sorprendió la cantidad de gente que atestaba el sucio y desordenado mercado de la calle principal de la ciudad, la cual desemboca finalmente en la clock tower, que marca el centro de Jodhpur. No en vano, se trata de la segunda ciudad más poblada del Rajasthan.
Nos despedimos de Yalmandal, dejamos las cosas y comimos en el hotel (muy bien, con un pollo a la miel con especias muy rico, y con piscina). Salimos antes de que se nos hiciera más tarde, ya que aquí se hace de noche bastante pronto y nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad.
No esperábamos en absoluto lo que vimos. Estar de pie en el medio del mercado no tiene nada que ver con lo que vimos desde el coche. Los olores, bastante desagradables, calor y más vacas que en ninguna de las ciudades que hemos visto por ahora. Callejeamos bastante por todos los puestos, aunque creo recordar que no compramos nada finalmente. Una vez más, la gente nos saludaba y hablaba con nosotros con total naturalidad. Aún así, lo que más me llamó la atención de ese mercado sigue siendo la suciedad y el desorden.
Después de esto hubimos de perder la vida en más de una ocasión. Pero que no se preocupe nadie, no pasó nada, de verdad.
Luis pisó una tapa de alcantarilla mal cerrada y a punto estuvo de caerse por ella. No pasó nada.
Toni casi se resbala con un charco de mierda, subiendo una cuesta y se cae por ella. No pasó nada.
A mí casi me atropella una moto que un niño decidió arrancar justo a mi paso. No pasó nada.
Pupas no temió por su vida, pero sí por nuestras pertenencias ya que perdió las llaves y tuvimos que volver al hotel para comprobar que nos las habíamos dejado allí. No pasó nada.
A todo esto, Luis nos comentó también las ganas que tenía de llegar al desierto, porque en Jodhpur hacía mucho calor. Creo que no pudo rebatir nuestros comentarios al respecto de ninguna manera.
Se fue haciendo tarde y terminamos el paseo dando una vuelta por las calles más cercanas al hotel y viendo las panorámicas del fuerte que preside la ciudad.
En una de nuestras paradas para ver un "estanque" que había en el centro de la ciudad, nos abordó Platnic, quien se presentó como un cazatalentos de Bollywood que quería que participásemos en la película que al día siguiente iba a rodar en el fuerte de la ciudad. Luis y yo estábamos convencido. Al resto no les quedó nada claro por el hecho de estar en la calle del hotel, donde nos habían dicho que no hablásemos con nadie porque podían querernos timar. No les culpo, efectivamente estábamos allí donde nos dijeron que había timadores y estábamos hablando con un tío que nos invitaba a rodar al día siguiente una súper producción de Bollywood.
La cena transcurrió sin mayor novedad que el momento en el que Toni, muerto de sueño, decidió acostarse en una esquina y, a medida que cargaba con su colchón, barría la bebida de nuestras vecinas suizas de mesa. Tuvimos que invitarlas a una cerveza como compensación, y quedaron encantadas. Mientras seguíamos discutiendo si ir al día siguiente a rodar una película o a visitar las aldeas bishnoi de los alrededores, Toni cumplió con su palabra y se durmió.
Muertos de sueño el resto también, nos acostamos. Yo me dormí rápido, pero hasta que lo hice sólo pensaba en cómo terminar de convencer a mis tres compañeros de viaje para irnos por la mañana al fuerte y convertirnos en súper estrellas.
Seguiremos informando.
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