martes, 13 de agosto de 2013

Taj Mahal

Dicen de Agra que es una ciudad que no tiene nada que ver más allá del gran Taj Mahal.
Nosotros llegamos a Agra y lo constatamos.

Hicimos un intento de ver la ciudad menos turística antes de dirigirnos al Taj, pero rápidamente tuvimos que desechar la idea e ir directamente a hacer lo que habíamos venido a hacer.

Siguiendo el consejo de una familia vasca que habíamos conocido en el desayuno del día anterior nos dirigimos a comer a un pequeño restaurante a las afueras del Taj llamado Joney's pero, en último momento, cambiamos de destino y nos fuimos a un roof top, como más nos gusta, que decía tener vistas a todo el complejo del Taj Mahal. Desde allí desde donde comimos fue la primera vez que pudimos apreciar el edificio principal en todo su esplendor. Tandoori Chicken para los cuatro por no variar.

Aunque nos equivocamos de entrada al monumento, después de dar un par de vueltas conseguimos acceder, previo pago de una entrada 37x más cara que la pagada por los nacionales indios.

Cuando entras y ves el Taj Mahal no te deja indiferente. Se trata de un conjunto de edificios, aunque toda la fama se la lleva la mole blanca y elegante que preside el complejo desde el centro, mandada construir por un maharaja como mausoleo de su esposa favorita, que murió a los 39 años dando a luz a su decimocuarto hijo.

Como éramos portadores de entradas de alto valor, nos pudimos saltar todas las colas así que, en definitiva, había colas para indios y para occidentales siendo claramente preferentes las nuestras.

Caminamos por todo el complejo e hicimos un buen número de fotos. 

Pero las fotos no se quedarán sólo en nuestras cámaras ya que, aunque parezca raro en un sitio turístico como es el Taj Mahal, multitud de indios se acercaban a grupos de occidentales para pedirnos fotos con ellos, como si fuésemos un atractivo más del monumento.

Y así pasamos el resto del día, entre foto y foto, pasando mucho calor y visitando cada rincón.

A falta de Varanasi, nuestro viaje a la India está llegando a su final y, como no podía ser de otro modo, el Taj Mahal ha sido un colofón incomparable.

Según la guía de Jorge, una de las cosas top que hay que hacer en la India es sentarse en una estación de tren durante una hora y observar. Así lo hicimos. Es verdad que te puedes encontrar de todo. Sin querer entrar en mucho detalle, porque es imposible, allí había una mujer emporrada en una esquina, gente cruzando por las vías entre las ratas, los perros caminando por debajo de los trenes cuando entraban en la estación... Sí, un espectáculo. Tanto es así que la estación nos hizo comprender que este país tiene un gran problema que lo impregna y estropea todo, los jainistas son un gran error que permite que bichos y humanos convivan en armonía como si ello fuese lógico y normal. Ello lleva a suciedad, olores y a escenas como las que vimos en la estación. Y dicho esto, sí, donde dije digo digo Diego y ya no quiero ser jainista nunca nunca más.

Ahora, estamos en el tren llegando ya a Varanasi. Se trata de una de las ciudades santas del hinduismo y me da a mí que seguro que no nos va a dejar indiferente a ninguno.

Seguiremos informando.

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